
Habíamos renunciado a la típica celebración de cumpleaños en casa o en el centro comercial de siempre y decidimos trasladar la fiesta a la arboleda más cercana. Lo que prometía ser un día tranquilo con nuestra comida, refrescos y juegos de mesa bajo la vigilancia de unos cuantos padres, terminó convirtiéndose en un auténtico desmadre.
En cuanto terminamos de comer unos cuantos sándwiches y bollos, como niños y niñas que somos, empezamos a ingeniárnoslas para pasar un día perfecto. Unos comenzamos a construir algo parecido a una casa; los más pequeños, una tienda de campaña. También empezamos a trepar por los árboles y a jugar a una especie de escondite y... ¡un montón de cosas más!
Fue un día genial que nunca olvidaremos, ya que nos lo pasamos estupendamente y con muchas risas.
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